El Pulitzer y Miss América

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Pensaba escribir de cine, lo prometo, pero resulta que se cruzó en mi camino la concesión de los premios Pulitzer. Prestigiosos, respeteados, anhelados…, una interminable ristra de adjetivos grandilocuentes para calificar este galardón que en el fondo nos importa un pimiento, igual que Miss América.
No pretendo quitar categoría a las conocidas “estatuillas” del periodismo, no va por ahí, pero sí relevancia. El Pulitzer es un premio estadounidense para medios estadounidenses vamos, un tema local. Cuando veo en internet cómo ha corrido como la pólvora la noticia de que el New York Times ha conquistado cinco galardones no dejo de preguntarme ¿y qué?
El Pulitzer ni siquiera es el Óscar del periodismo, al menos en Hollywood existe eso de la mejor película extranjera para darle un toque más intepulitzerrnacional, por no hablar de los equipos que hacen las superproducciones, llenos de foráneos.
Si uno se pone a repasar la lista de ganadores de Pulitzer de este año, la cosa da que pensar. Vaya por delante mi enhorabuena a los afortunados -que te den un premio siempre es difícil- pero bajemos los humos a esta gloria de plumillas. El Pulitzer se lo ha llevado por ejemplo el Detroit Free Press, el East Valley Tribune de Arizona, el St. Petersburg Times, el The Post-Star o el The San Diego Union-Tribune, entre otros. Creo que ninguno hemos leído los artículos merecedores del premio (una pena, por otra parte) y muy posiblemente tampoco hemos seguido con alguna regularidad esos diarios. El porqué es simple, porque no nos interesa. Dudo además de que un Pulitzer suponga más lectores internacionales. Incluso para estos medios el premio tendrá una consecuencia positiva pero local.
Lo del NY Times y el Washington Post suena más, pero es que estos diarios compiten entre ellos. Que los principales diarios de EEUU se lleven el Pulitzer ¿es noticia? La gracia estaría en que no fuese así, que ganase un diario moscovita, filipino o portugués, por ejemplo.
Bien es cierto que los medios de este país son considerados internacionalmente como ejemplos a seguir, pero ese prestigio no es cosa del Pulitzer, sino de una forma incisiva de trabajar la información a la que se suma el afán de superación propio de los estadounidenses y los medios con los que se cuenta.
El Pulitzer es en cierto modo como Miss América (o Miss USA, que lo mismo me da), es un concurso en el que solo pueden participar estadounidenses, en uno artículos publicados por prensa en EEUU y en el otro chicas con pasaporte de las barras y estrellas. El caso es que luego estas mises compiten con las “guapas” de otro país por títulos internacionales. Eso no pasa con el Pulitzer. Por cierto, ¿alguien sabe cómo se llama la nueva Miss América?, el concurso fue en enero… ¿será que nos da igual?
En el fondo el Pulitzer es una muestra más de la excesiva exposición internacional a los asuntos que son prioritarios en la agenda noticiosa estadounidense y que en muchos casos no tienen sentido más allá de las fronteras de la primera potencia del mundo. La gran capacidad de los medios de este país para estar presentes en casi cualquier acontecimiento que sucede en su territorio y su magistral habilidad para dramatizar los hechos y convertir el rescate de un gato de un árbol en un momento memorable es tan solo equiparable a su posición hegemónica en la distribución de información. Es así como ese indefenso felino doméstico encaramado a un magnolio en Beverly Hills llega a convertirse en la “imagen del día” de cualquier informativo extranjero.
Esa es la maquinaria del “poder blando” definido por Joseph Nye, de esa influencia cultural en la que estamos acostumbrados a vivir y la mayor parte de las veces aceptamos como algo propio sin serlo, recibimos como algo importante sin merecerlo. En esta puesta en escena, Hollywood ha sido el gran embajador estadounidense, sin duda.

Ah, la nueva Miss América es la actual Miss Indiana, Katie Stam, por si alguien estaba interesado.

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