Zemeckis se supera

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Robert Zemeckis se supera en A Christmas Carol. Cinco años después de debutar en el mundo de la “motion capture” -ahora conocido como “performance capture”- el director de Back to the Future y Forrest Gump ha conseguido desarrollar un lucido filme en el que la asombrosa tecnología no eclipsa la historia o los personajes. No me entienda mal, la técnica sigue siendo espectacular (es más, está muy mejorada), pero el protagonismo recae en un Jim Carrey que caracterizado como el avaro Scrooge, o más bien caricaturizado, traspasa el CGI (Computer Generated Imagery), pone en la mesa emociones reales y consigue hacer olvidar al espectador que está viendo un producto revolucionario en la historia de la cinematografía.

Carrey realiza, sin lugar a dudas, la mejor interpretación de su carrera.De hecho, las habituales exageraciones, muecas esperpénticas y cambios de voz del cómico canadiense -que pueden resultar cansinas y fuera de lugar en un filme estándar- cobran sentido en una producción que está a medio camino entre una cinta animada y una película de carne y hueso. Carrey encuentra en el “performance capture” la horma de su zapato.

Uno de los problemas, a mi juicio, de Polar Express (2004) y Beowulf (2007) -ambas de Zemeckis- es que la pátina de maquillaje computerizado que llevan los personajes se comía la humanidad de las intrepretaciones, incluso aunque uno pudiera reconocer físicamente a Tom Hanks, Angelina Jolie o Anthony Hopkins. Básicamente, los actores parecían formar parte de una especie de mundo sacado de un videojuego que terminaba creando una distancia insalvable con el espectador que, en muchos casos, veía la película sin sentirse afectado emocionalmente con lo que estaba ocurriendo en la pantalla.

A Christmas Carol supone un paso de gigante y una prueba de que el “peformance capture” funciona en todos sus aspectos. Tomen nota Cameron, Spielberg, Jackson y compañía para sus próximas apuestas con esta tecnología: para que los actores reales comuniquen en una película de este nuevo género cinematográfico tienen que sobreactuar, de alguna manera deben amplificar su gestualidad como si fueran un dibujo animado. Los rostos serios y las miradas fijas de los tipos duros o las sonrisas tímidas sensuales de seducción son engullidas en el proceso de postproducción que termina dejando a unos personajes creíbles pero en gran medida artificiales.

En este filme Carrey da vida a siete personajes y el espectador sabe que el protagonista es un actor, es Carrey, no una imagen por ordenador.

Más allá de interpretaciones, A Christmas Carol tiene poco de nuevo o nada en términos de historia. La archiconocida fábula de los tres fantasmas de Charles Dickens que tanto gusta por Navidad a los estadounidenses encuentra, no obstante, su formato definitivo. Zemeckis se zambulle en la obra que intenta plasmar con la estética imaginada por Dickens gracias a la magia digital y logra un producto solvente que deja poco margen a futuros intentos de reproducir nuevamente esta novela. La película, lejos de quedarse en un cuento con moraleja, combina humor con escenas algo tétricas que podrían asustar a niños pequeños.

Resulta impactante que todos los personajes que aparecen en el filme, tengan o no diálogo, están interpretados por actores reales, incluso quienes hacen de extra. Hasta los caballos de las secuencias finales se pasearon por el set computerizado. Sin duda, un meticuloso trabajo de Zemeckis que fucionará tanto en 2D como en 3D y que merece la pena pararse a ver.

Con todo, resulta complejo predecir cómo encajará A Christmas Carol en Hollywood donde aún este género de películas parece quedarse en tierra de nadie, lo que hace presagiar pocos premios para la cinta, quizá alguno de carácter técnico. Solo falta saber cómo lo mejora, si es que lo hace, la próxima Avatar de James Cameron.

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  1. Bitacoras.com

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