A los Óscar por trabajo

Pasaron los Óscar, por fin. Es sin duda el gran evento del año en Los Ángeles y el trabajo se multiplica para los que informamos sobre la meca del cine. Tenemos una agenda tan llena de eventos y entrevistas que cualquiera diría que estamos nominados, hasta vestimos de esmoquin -alquiler de 70 dólares- para acceder al perímetro del teatro Kodak donde cada año se entregan las estatuillas. Elegante como nunca cualquiera diría que uno se va de fiesta, pero no, nada más lejos, uno se va al curro, con “glamour”, pero al curro.

Este año me tocó la alfombra roja, que tiene más gracia que estar en la sala de prensa, aunque carece de su servicio de “catering”. No te dan ni agua durante las aproximadamente tres horas y media que uno está esperando a que pase por delante de sus narices lo más granado de la gran pantalla para robarle una última impresión y, como no, averiguar el nombre del modisto que pergeñó el modelito de turno de las guapas del celuloide. Los hombres tendrían que pasearse en ropa interior para que alguien prestara atención a su atuendo, lo que no deja de ser una ventaja. Tiene que ser un suplicio pensar que la prensa te va a machacar al día siguiente por ponerte lo que no debías.

Más allá de actores, actrices, directores, etc., me resultó curioso ver al fundador de Apple, Steve Jobs, recorriendo la alfombra roja como el que más, o incluso a algún político español que estaba un tanto fuera de sitio en la mayor fiesta del cine, sobre todo cuando las invitaciones a los Óscar escasean como agua en el desierto y muchos de quienes trabajaron para realizar las películas candidatas a los premios se quedan fuera del evento por falta de sitio. Allá cada cual con sus razones y con su conciencia. Seguramente habría más nombres ajenos a la industria “infiltrados” entre los centenares de asistentes, pero no me quedé con sus caras.

Hasta la bandera

A pesar de lo que puede parecer por televisión, la alfombra roja de los Óscar es un jaleo. Parece la calle Preciados de Madrid en la víspera de Navidad. Hay hasta atascos. Empleados de la Academia de Hollywood se encargan de regular el tráfico de transeúntes para que la gente vaya entrando al teatro y la gala arranque a la hora. De hecho, la alfombra (una moqueta roja) está dividida en dos calles, por un lado pasan quienes hacen declaraciones a la prensa (normalmente los nominados) y por otro el resto, los invitados anónimos o las estrellas que quieren pasar desapercibidas. Eso fue lo que hizo este año Ethan Coen, por ejemplo. Otra cosa curiosa es la existencia de figurantes sobre la alfombra. Sí, resulta que la televisión, para asegurarse de que hay gente en sus tomas, hace desfilar falsos invitados por delante del Kodak. Hollywood es así.

Allí todo el mundo grita, parece un mercadillo. No sólo todo el mundo grita, es que también tienen instalada megafonía por la que se escucha a reporteros recibiendo a los que acaban de poner el pie en al alfombra. Al final hasta yo acabé pegando voces. Me recuerda a las imágenes de Wall Street cuando todos los “brokers” se agolpan y dan alaridos para comprar y vender activos. Todo sea por conseguir llamar la atención de las celebridades y sacar adelante el trabajo en esa subasta de famosos. Una locura. Todo empieza ordenadito, cada uno en su lugar, y aquéllo termina como el rosario de la aurora, al menos del lado de la prensa, del otro, la cosa fluye algo mejor.

19 detenidos

La policía corta las calles de acceso al teatro Kodak desde días antes. El mismo día de la ceremonia se instalan barricadas en aceras y pavimento. Los agentes están armados para una guerra, con fusiles de asalto y otros “juguetes” que guardan en el maletero de sus vehículos, todo en previsión de lo peor, un ataque terrorista. No obstante, este año se demostró que colarse en los Óscar no es complicado. En total se produjeron 19 detenciones de personas que antes, durante o después de la gala se introdujeron en la zona sin llevar las acreditaciones necesarias. De hecho, nueve jóvenes de unos veinte años se colaron hasta la alfombra roja con una falsa identificación de MTV. No les cazaron hasta que fue descarao que no eran de la prensa ni asistentes. Se pusieron a sacar fotos como posesos. Que les quiten lo bailao.

Bares, fiestas y ruedas de prensa

Terminado el evento tocó asistir a la rueda de prensa del equipo de “El secreto de sus ojos”, ganadores del Óscar a Mejor película extranjera. A diferencia de lo que pasó con Penélope Cruz el año pasado, cuyo encuentro con los medios se demoró poco más de una hora desde que concluyó la gala, la gente del filme argentino (por mucho que digan que es español) tardó en aparecer casi tres horas. Una de las razones es el tradicional atasco que se monta en Sunset bulevar a la altura del local donde Vanity Fair monta su sarao cada año. Se corta uno de los carriles, coches detenidos para carga y descarga de famosos, un lío.

Otro de los motivos del retraso de Campanella & Cia. fue que en esta edición de los Óscar, por primera vez, los ganadores del galardón podían grabar su nombre en la estatuilla justo al término de la gala. La cola que famosos que se debió de formar en el Kodak tuvo que ser curiosa. Uno no gana un Óscar todos los días y, claro, lo quiere con todos los complementos y lo de que ponga tu nombre debajo no es asunto baladí. Hasta ahora ese proceso tenía lugar los días siguientes a la ceremonia y los vencedores se llevaban a casa una estatuilla anónima.

Después de despachar con la prensa, la gente de “El secreto de sus ojos” se fue de bares. Nada “parties” a lo Hollywood. Los peruanos de “La teta asustada” sí prepararon un festejo a la altura de las circunstancias, aunque la directora y la actriz principal llegaron tan agotadas que no tenían el cuerpo de marcha y se retiraron pronto a descansar. Lo cierto es que los nominados llegan con tal paliza a la noche de los Óscar después de semanas de entrevistas y promociones que cuando termina el evento lo que muchos quieren es dormir y vacaciones.

Penélope Cruz y Javier Bardem (que entró a la ceremonia de los Óscar por la puerta de atrás, no hizo alfombra roja) estuvieron en la fiesta de Madonna y Demi Moore. He oído que algunos lograron entrar sin invitación, incluso con suplantación de personalidad, pero es una información que no puedo confirmar. No me extraña que haya gente que haga lo que sea por meterse de “estrangis” en el juergón de la reina del pop y la teniente O’Neill, aunque no me puedo imaginar el dineral que se dejarían los asistentes en propinas a los camareros por cada copa. Que a nadie se le olvide de que este es el país del “tip”.

“No es de CQC, es Pocholo”

Lo que no sé es a qué fiesta acudiría Pocholo, que estuvo paseando su mochila por Los Ángeles durante los día previos a la gala y con el que coincidí varias veces. Un personaje sin duda, pero más comedido y respetuoso de lo que uno puede deducir por lo que se ve en televisión. Él mismo me reconoció sentirse fuera de lugar, aunque eso no evitó que le preguntase a la gente de “La teta asustada” si se habían comido una “patata cruda” alguna vez o si iban a llevar “tortilla de patatas a la alfombra roja”. Evidentemente no la llevaron, eso lo constato, aunque había que ver la cara de póquer de los periodistas no españoles cuando un tipo de voz ronca, melena rubia y botas de cowboy, sentado en el suelo de la sala de prensa les espetó semejante cosa a las nominadas. “¿Es de CQC?”, me preguntó una compañera latinoamericana. “No, es Pocholo”, le contesté.
“Pocholo, te van a prohibir”, le dije después al figura . “Siempre me prohíben”, me espetó entre risas.

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  1. Bitacoras.com

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