Emociones musicales enlatadas

Por Eduardo Alonso, periodista.

La imperfección de la música

Más allá de el resultado deportivo, el espectáculo que rodea a la Super Bowl siempre genera alguna polémica que anima las charlas de oficina en los días posteriores. Si hace unos años se habló de los centímetros de piel que Janet Jackson exhibió en exceso, este año la discusión se ha centrado en la actuación de Jennifer Hudson.
La cantante, que saltó a la fama en la tercera temporada de “American Idol”, fue la encargada de interpretar el himno de EE.UU. antes del partido. Esta actuación fue especialmente emotiva puesto que Hudson hizo su primera aparición en público desde los asesinatos de su madre, hermano y sobrino el pasado octubre. Para asegurar que el momento fuera perfecto, los productores del espectáculo recomendaron que Hudson hiciera playback. Así ocurrió. Hudson interpretó “The Star-Spangled Banner” de una forma emotiva y perfecta, pero no se oyó su voz en directo. Lo que se escuchó fue una grabación anterior, que por cierto, ya está disponible en iTunes por un euro.

jenniferhudsonPor supuesto, las actuaciones en playback en este tipo de espectáculos son habituales y provocan el escándalo como en tiempos de Milli Vanilli. Sin embargo, me ha llamado la atención la naturalidad con la que Rickey Minor, el productor del espectáculo previo al partido y director de “American Idol”, ha defendido el playback. Minor declaró que “el playback es la manera correcta de actuar” y que “no recomendaría a ningún artista cantar en directo puesto que el menor fallo arruinaría la actuación”. Para mayor sorpresa, muchos blogueros y columnistas han defendido esta forma de actuar, incluido el editor de la revista Billboard.

Esta normalización del uso del playback es preocupante. Los productores y jefazos de la industria parecen encaminarse hacia la fabricación del robot cantante. Un artista sin fallos, que no desafina en ninguna nota y actúa como en metrónomo para que el guión del espectáculo no sufra retrasos. Por ello, en los estudios de grabación está cada vez más extendido y aceptado el uso de software que corrige los errores de afinación en tiempo real.

Esta forma de trabajar viene a devaluar aún más el papel de los artistas y de una industria en crisis, que no ha sabido adaptar su modelo de negocio. Es una forma de precocinar las emociones de una actuación en directo con tal servir a una aparente corrección a un público que es consumidor y no espectador.

Por muy perfecta que sea, ¿qué valor tiene una actuación en playback? Escaso. La autenticidad de una creación en el momento deja paso a un producto prefabricado. Si aceptamos el playback, ¿por qué no exhibimos copias del Guernica en cualquier museo del mundo?
Resulta también irónico esta necesidad de presentar un producto perfecto en una época en la que se consume música por medios de calidad tan dudosa como reproductores mp3 y teléfonos móviles. Aceptemos la imperfección de la actuación en directo. Aceptemos la posibilidad de que el cantante puede llegar a recitar las letras mal y sin aliento. Antes que dar al play de la gramola, prefiero escuchar voces desgastadas por la edad o jóvenes nerviosos sobre un escenarios. La imperfección es única.
Pese a todo, el público quiere ver música en directo. La demanda de entradas y la consecuente reventa sigue incontrolable y esta semana ha creado una disputa entre Bruce Springsteen y la empresa de venta de entradas Ticketmaster. Pero este es un tema muy complicado que será mejor dejar para un próximo post.

Playback de Jennifer Hudson en la Super Bowl

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