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Otoño petardo

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Jenna Elfman se quedará embarazada de un rollo de una noche en Accidentally on Purpose de CBS y Courtney Cox perseguirá yogurines sin piedad en Cougar Town de ABC pero, un año más, las mejores series petardas se concentran en la parrilla de la CW. Este canal de solo tres años de edad fue el resultado de fusionar en 2006 la Warner Brothers (WB) y la United Paramount Network (UPN), dos minicadenas que llevaban once años tirándose de los pelos como dos niñatas.

La WB era la cadena favorita de los adolescentes de principios de siglo con programas como Smallville, Charmed o Guilmore Girls; o sea, era una guapa pija y con clase, que marcaba tendencia y tenía fascinado a todo el instituto. La UPN, por su parte, era la fea envidiosa y acomplejada que copiaba descaradamente a la WB; se vestía con la ropa de sus primos mayores e intentaba darles un aire cool forzado que solo conseguía acentuar su patetismo (UPN trató de colar Star Trek como producto trendy). Read the rest of this entry »

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"Cowboys and Aliens" ¿una de vaqueros o de invasores?

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Ese devorador de historias llamado Hollywood no se cansa de asaltar las más peregrinas ideas para hacer de ellas una película, habitualmente mediocre, con el único propósito de convencer a los aficionados al cine para que contribuyan con parte de sus ingresos a sostener su rentable séptimo arte.

Los productores, cada vez más reacios a correr riesgos, se empeñan lamentablemente en aferrarse a éxitos del pasado para llamar a la audiencia del futuro o en hacer combinaciones rocambolescas de personajes, épocas o historias que metidas en una coctelera den como resultado el preciado elixir milmillonario. La calidad, por desgracia, no está de moda. Read the rest of this entry »

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Timor Oriental, entre el infierno y el cielo

juan-palopJuan Palop, sigue su blog asiático aquí

Timor Oriental, cumpleaños agridulce

Las calles de Dili, la capital de Timor Oriental, habitualmente somnolientas, gozan estos días de una peculiar efervescencia. El país más joven y pobre de Asia conmemora en estas fechas, henchido de orgullo pese a las dificultades, el décimo aniversario de su concepción nacional. El 30 de agosto de 1999 cuatro de cada cinco habitantes de esta antigua colonia portuguesa se pronunciaron a favor de la independencia en un referéndum auspiciado por Naciones Unidas. Nada querían con una Indonesia que, a pesar de la proximidad geográfica y -a grandes rasgos- cultural, los había invadido y maltratado sistemática y salvajemente durante un interminable cuarto de siglo, desde la retirada lusa en 1974.

Ahora se suceden en Dili los seminarios y los actos oficiales, acuden activistas de medio mundo a apoyar la causa, florecen exposiciones aquí y allá,… incluso una vuelta ciclista está recorriendo el escueto territorio timorense para recordar sus primeros pasos hacia la ansiada libertad. Read the rest of this entry »

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Crítica de cine: District 9

fer Fernando Mexía, El plumilla.

District 9 es la mejor película de ciencia ficción desde Matrix. Así, sin medias tintas. Ha habido que esperar una década para que alguien ingeniase un filme fresco, dinámico, lleno de interrogantes y que dibujase una realidad imposible que mantuviese al espectador pegado al asiento tratando de asimilar lo que está viendo.

El hecho de que esté realizada como si por momentos se estuviese viendo un documental es un acierto del director, el novato Neill Blomkamp, quien ha sabido contar una historia de alienígenas con una perspectiva hiperrealista que lleva el típico conflicto entre las diferentes civilizaciones del espacio a un contexto tan terrícola como la xenofobia. Read the rest of this entry »

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Crítica de cine: G.I. Joe: The Rise of Cobra

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Si te apasiona la saga de The Mummy y disfrutaste con la secuela de Transformers es muy probable que G.I. Joe: The Rise of Cobra sea la película que estabas esperando este verano para matar el gusanillo de acción a raudales y derroche de efectos especiales. Un filme con guión muy poco exigente que presenta de forma oficial en la gran pantalla a los exitosos juguetes de Hasbro, ese cuerpo de soldados de élite de EEUU que combaten día sí y día también al peligroso Cobra y sus esbirros. Una batalla vista en dibujos animados a la que ahora dan vida Dennis Quaid (The Day After Tomorrow) o un cada vez más popular Channing Tatum (Step Up).

El secretismo practicado por Paramount con la prensa para ocultar a los críticos el debut de los “Joes” antes del estreno oficial -para evitar reacciones negativas- carece a la postre de fundamento. Un miedo injustificado a la vista del resultado en taquilla de la denostada por los medios Transformers: Revenge of the Fallen, posiblemente una de las peores historias de los últimos años que sin embargo supera ya los 800 millones de dólares de recaudación en todo el mundo. G.I Joe va dirigida al mismo tipo de público y nace con vocación de saga. A su favor, el guión está algo más elaborado que el de la última de robots; en su contra, los efectos especiales no están tan cuidados como deberían.

G.I. Joe: The Rise of Cobra introduce al espectador en el seno de la organización secreta de militares de élite puesta en marcha por EEUU para combatir en la sombra amenazas globales cuyo potencial pone en evidencia la tecnología de las fuerzas de seguridad convencionales.  Unos cuerpos especiales dirigidos por el General Hawk (Quaid) que reclutan por accidente a un par de aguerridos soldados, Duke (Tatum) y Ripcord (Marlons Wayans), con el objetivo de proteger -primero- y  recuperar -después- una sofisticada arma nanotecnológica capaz de hacer añicos cualquier cosa que se le ponga por delante. El resto de la unidad de Joes protagonistas son la “camuflada” Scarlett (Rachel Nichols) , Heavy Duty (Adewale Akinnuoye-Agbaje), Snake Eyes (Ray Park) y el tecnológico Braker (Saïd Taghmaoui). La sorpresa es un breve cameo de Brandon Fraser, un declarado fanático de los G.I. Joe y amigo del director Stephen Sommers, a quien le pidió que le diera un papelito en la historia mientras estaban grabando la tercera parte de The Mummy.

La guapa Sienna Miller será la cara “dulce” del opaco universo Cobra, que se define según va avanzando el filme -posiblemente lo más interesante de la producción- que termina de forma inquietante; un final que no se sostiene sin una segunda parte.

Los aficionados a la serie de dibujos y aquéllos que jugaron con los muñecos podrían llegar a sentirse defraudados por la superficialidad con la que se tratan algunos de los personajes o el papel que tienen algunos, como el General Hawk, que queda K.O a mitad de película y se limita a arengar a sus pupilos sin verse involucrado directamente en la acción. Tampoco toma decisiones fundamentales. La relación amorosa entrelos personajes de Tatum y Miller que tiene por objeto trasladar el conflicto entre el bien y el mal a un plano emocional resulta en ocasiones fuera de lugar. La historia sí se detiene en los orígenes del misterioso Snake Eyes y su pique con Storm Shadow (Byung Hun Lee), que se remonta a la infancia en una escuela de artes marciales de Japón.

Los efectos especiales, por otra parte, se muestran inconsistentes, con secuencias bastante conseguidas, como la persecución en las calles de  París y la destrucción resultante, aunque suspende a menudo en los pequeños detalles que son los que terminan por definir la calidad de un producto. Llama la atención el acabado de algunas imágenes,  más propio de una estética de videojuego que poco tiene que ver con la resolución alcanzada por Michael Bay en Transformers.

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Julie & Julia, para chuparse los dedos

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Julie & Julia es una película para chuparse los dedos. Una oda a la cocina de puchero, doméstica, a esa que se huele desde la calle al pasar, la que salpica, mancha y llena todo el plato. El filme está llamado a convertirse en un fenómeno del paladar que traspasará las pantallas como ocurriera con Sideways (Entre copas) en 2004, cuando Hollywood puso de moda la cultura del vino -especialmente de la variedad de uva Pinot Noir- entre los consumidores de palomitas.

La tradición culinaria francesa se convierte en el hilo argumental de esta historia basada en hechos reales que entrecruza la vida de sus dos protagonistas, Julia Child (Meryl Streep) y Julie Powell (Amy Adams), dos mujeres que nunca se conocieron, criadas en épocas distintas, a las que unió su pasión por la cocina.

Tanto Julie como Julia encontraron en la comida su camino hacia la realización personal, ambas apoyadas por sus maridos, ambas sin expectativas de éxito pero las dos con un contagioso entusiasmo y optimismo, que recoge con éxito esta producción llena de buenos valores, algo poco frecuente en las creaciones de la meca del cine.

La trama se mueve en el paralelismo vital de Julie y Julia y toma sus referencias de los libros Julie and Julia de J. Powell y My Life in France de J .Child, que hilvana con acierto moderado la guionista Nora Ephron (When Harry Met Sally, 1989), una fanática del buen comer que también dirigió el filme.

La narración traslada al espectador a una Francia en reconstrucción tras la II Guerra Mundial donde Julia fue a vivir con su marido, un diplomático estadounidense, y desarrollo su talento como chef. Acto seguido el espectador viaja en el tiempo al barrio neoyorquino de Queens, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, donde se muda Julie con su pareja. Allí esta joven a punto de entrar en la treintena, y desencantada con su día a día consolando a las víctimas del ataque terrorista, decide poner en marcha un blog en el que se propone contar sus experiencias preparando las 524 recetas de Mastering the Art of French Cooking en 365 días; el libro que convirtió a Julia en la década de los 60 en una celebridad en EEUU, primero en las librerías y después en la televisión.

Lo que nace como un inocente blog terminará por elevar a la entrañable Julie en una escritora de best sellers que en diciembre de este mismo año (curiosa coincidencia con la aparición del filme) sacará a la venta su segunda obra titulada Cleaving.

Streep vuelve a demostrar por qué es la actriz más nominada a los Óscar y a los Globos de Oro de toda la historia al ponerse en la piel de la risueña y positiva Julia, y deja un convincente trabajo de Amy Adams, que alterna desesperación y dulzura en su recreación de Julie Powell.

Streep y Adams coincidieron ya en 2008 en Doubt que les supuso sendas candidaturas a las estatuillas, algo que podría repetirse con esta producción en la que también destaca la labor de Stanley Tucci como el comprensivo Paul Child. Tucci también compartió pantalla con Streep en The Devil wears Prada (2004).

Si de algo peca Julie & Julia, además de glotonería y exceso de mantequilla, es quizá de metraje al rondar las dos horas de proyección, aunque eso no resta méritos a la película más apetecible de las estrenadas en 2009 hasta la fecha.

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Anexo (12 de agosto 2009): /TE RECOMIENDO QUE NO SIGAS LEYENDO HASTA QUE NO VEAS LA PELÍCULA/

Algunos días tras escribir este post encuentro la respuesta a la única incógnita que me dejó “Julie & Julia”: ¿por qué a la risueña Julia Child no le gustó la idea de su admiradora Julie Powell de hacer un blog siguiendo su recetario?

Pues bien, el diario Los Angeles Times publicó hoy un artículo de una periodista que escribió sobre el blog de Powell cuando aún no era famoso y que se puso en contacto con Child para conocer su opinión. La veterana chef, retirada en 2001, no sabía de aquel proyecto pero tras estudiarlo unos días le comentó a la reportera lo siguiente:

“Bueno, ella no parece muy seria,  ¿verdad? Trabajé muy duro en ese libro. Probé y volví a probar aquellas recetas durante ocho años para que todo el mundo pudiera cocinarlas y mucha, mucha gente lo hizo. No entiendo cómo ella habría tenido problemas con eso. No debe de tener mucho de cocinera”.

Child estaba convencida de que sus libros eran muy fáciles de seguir para el americano medio, aunque en la práctica resultaban menos sencillos de lo que creía.

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Crítica de cine: Harry Potter and the Half-Blood Prince

fer Fernando Mexía, El plumilla.

La sexta entrega de Harry Potter es, ante todo, un capítulo de una larga saga y como tal cumple su papel. Más que ninguna otra, “Harry Potter and the Half-Blood Prince” es un filme de transición,  un entretenido episodio necesario para preparar al espectador para el esperado desenlace de las aventuras del joven y poderoso mago creado por J.K. Rowling que llegará al cine partido en dos producciones, una en 2010 y otra en 2011.

Dicho esto, la cinta no es la mejor de las seis. Los seguidores de Potter echarán de menos algo más de magia y seguramente una trama donde el misterio y el suspense que rodea a los alumnos de Hogwarts tenga el protagonismo de sus predecesoras. En ese sentido “Half-Blood Prince” se queda a medias. El director David Yates rebajó los minutos de tensión y en su lugar utilizó el largometraje para ofrecer algunas de las claves fundamentales que empujarán la historia hacia su final. El filme viaja en el tiempo a través de los recuerdos de un nuevo profesor, Horace Slughorn, para mostrar a un joven Voldemort y su curiosidad por una magia muy negra.  Unos detalles que se revelan ante Potter y que dejan entrever al espectador qué dirección podrían tomar las siguientes películas.

Un Draco Malfoy (Tom Felton) muy desmejorado, de rostro casi enfermizo,  mueve la narración durante minutos, aunque se olvida prácticamente de hacerle la vida imposible a Potter (Daniel Radcliffe). Malfoy está demasiado preocupado por cumplir con la tarea que le encomiendan fuerzas malignas y tiene que demostrar de qué pasta está hecho. “Half-Blood Prince” apunta a un cambio en este enemigo acérrimo de Harry, aunque no voy a desarrollar esta idea para no especular demasiado.

El siempre sospechoso Severus Snapes desvela alguna de sus cartas en este capítulo y se posiciona de cara al final de estas aventuras donde está llamado a jugar un papel más que relevante y que podría deparar más de una sorpresa.

Los momentos más intensos se refugian en el último tercio del filme y llegan cargados de un drama que conlleva un “sacrificio”.  Quiero destacar la secuencia en la que Potter y Dumbledore (Michael Gambon) se lanzan a la captura de un valioso objeto escondido en unos acantilados impactantes. La espectacular toma desde el mar resulta cautivadora y los seres con los que se enfrentan poco después, dignos de una pesadilla (si bien tienen un aire al Gollum de “The Lord of the Rings”).

Además de esa lucha entre el bien y el mal, la nueva entrega de Harry Potter está cargada de feromonas. Sí, la edad del pavo ha llegado a la escuela de magia, si bien se reduce a una sexualidad un tanto ingenua que no pasa de algunos besos sueltos, un par de escenas de celos, un hechizo de enamoramientos y algunos desencantos, todo con una dosis de humor que se agradece. El pelirrojo Ron (Rupert Grint) explota su atractivo y por momentos eclipsa a su gran amigo Potter. Cupido también altera a la tranquilidad de la cerebral Hermione (Emma Watson) a la que esta vez le pueden las emociones. Harry también se tira a la piscina del amor…

Finalmente la inquietante amenaza de Voldemort y sus secuaces hace que estos “affairs” se queden en tonteos de colegio y Harry Potter no derive en una cinta de romances de aspirantes a universitarios tan habituales en Hollywood.

“Harry Potter and the Half-Blood Prince” no es una obra maestra, tampoco un bodrio. Ocupa su lugar en el espacio y en el tiempo. No está pensada para crear adeptos, pero mantiene viva la llama de quienes sucumbieron a los encantos del niño mago más famoso del cine.

Continuará… (con “Harry Potter and the Deathly Hallows”)

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Crítica de cine: Brüno

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Sacha Baron Cohen no deja títere con cabeza en “Brüno”, una insultante e irreverente caricatura del mundo del famoseo que traspasa las fronteras de Hollywood y ridiculiza sin mesura a diseñadores, padres deseosos de que su bebé salga en televisión, adopciones de niños africanos (como Madonna), a los gays, a los homófobos, a los problemas en Oriente Medio, el abuso a los inmigrantes y un sinfín más de episodios aislados que en conjunto forman una película que pretende asimilar el éxito de su predecesora, “Borat”.

La interesante apuesta inicial de Cohen (burlarse del famoso) a través del personaje de Brüno, un periodista homosexual austríaco especializado en la moda que está dispuesto a todo por ser una celebridad, termina convirtiéndose en un relato con altibajos, bastante inconexo, y con un más que sobrado contenido sexual tratado de forma soez que hace que uno se pregunte si el filme cruza la línea del género porno.

Sin entrar en detalle en las secuencias diré que la producción es fiel al estilo de la cámara oculta, que aparecen algunos rostros conocidos (especialmente para el público estadounidense), está envuelta la marca de la española Ágatha Ruíz de la Prada y tenía una escena con La Toya Jackson que fue finalmente suprimida después de la muerte de Michael Jackson (a quien Brüno quería llamar para hacerle una entrevista).

“Brüno” es un filme pensado para hacer pensar mientras se pasa un buen rato, pero únicamente el espectador que acuda al cine con intención de no tomar partido y distanciarse de las ofensas conseguirá reírse y disfrutar entre tanta falta de respeto.

El ritmo de la cinta es consistente, se pasa de una historia a otra sin dejar tiempo a digerir lo que acaba de ocurrir. Una concatenación de hechos con más o menos sentido.

El reto final de “Brüno”, al margen evidentemente de ofender a quienes pueda, es batir los 260 millones de dólares logrados por “Borat”, otra obra de Cohen que fue duramente criticada en Kazajistán -de donde se supone que es el protagonista-, pero que fue recibida con los brazos abiertos en EEUU.

Reconozco que en el pase de la película al que acudí la sala estaba llena y hubo muchas carcajadas, aunque al final el público se fue dejando un tibio aplauso (muy común en EEUU aplaudir en el cine). Veremos si el mundo entiende las bromas o se queda con los insultos.

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Más allá de "Full Monty"

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Una serie de catastróficas desdichas

La premisa argumental de Hung prometía: un entrenador de baloncesto al que no le llega la camisa al cuerpo,thomas_jane con muchas deudas y un miembro viril más que generoso, decide ofrecerse en páginas de contactos para sacarse un dinerito. La única foto que se filtró antes del estreno, además, mostraba al protagonista, Thomas Jane (una versión sexy de Christopher Lambert) en una sugerente postura de men at work, entre arrodillado y espatarrado. Esperaba encontrar una historia ligera sobre las vicisitudes de un gigolo novato. O una comedia negra sobre un madurito que tiene que conciliar la dualidad de ser padre respetable de día y prostituto de noche. Pues bien, el nuevo estreno de HBO no es ninguna de las dos cosas.

Hung es una entrañable tragicomedia sobre la crisis económica que nos empuja a observar la historia de unos fulanos cualquiera, vendan o no su cuerpo, y sus gestas cotidianas. Parafraseando aquel mantra buenrollero de John Lennon, para Ray Drecker “la vida es lo que pasa cuando tus planes se van al garete”. No es difícil imaginarle de adolescente, en los años mozos de instituto, dándose el palo con su novia bajo las gradas y soñando con llegar a ser atleta profesional. El guión de su peor pesadilla se hizo realidad, y un cuarto de siglo después su vida ha dado un giro… de 360 grados. Sigue exactamente en el mismo sitio, corriendo entre las mismas taquillas, botando la misma pelota frente a la misma canasta y volviendo a la misma casa donde se crió. La única novedad es que Ray ya no sueña con que las cosas sean diferentes. ¿Para qué?

El piloto de Hung se regodea en dibujarnos de forma exhaustiva la situación de Ray, abandonado, humillado y arruinado, y cómo este hace todo lo posible para encontrar una salida digna a su asfixiante situación financiera. El tempo del capítulo es lento y sin golpes de efecto: aburrido, como aburrida es la vida de Ray. Justo cuando, a la desesperada, se lanza en plancha al infierno, empieza a percibirse un cambio de ritmo que se convertirá en un estupendo swing. El protagonista se apunta a un curso de marketing para PYMES, un lugar espantoso donde se da cuenta de que no solo es un perdedor, un looser con L mayúscula, sino que es uno más. No es especial, no destaca, forma parte del grupo anodino de excedente social de su desvencijada ciudad, un Detroit avergonzado que intenta ocultar que alguna vez tuvo delirios de grandeza. Ray, como un crío sin juguetes y al borde de la pataleta, se baja simbólicamente los pantalones y muestra orgulloso al respetable lo que tiene entre las piernas, el último cartucho para reivindicar su excepcionalidad: “Yo la tengo grande”.

jane-adamsRay mete la p**** en su olla vacía, decidido a recuperar la autoestima y el saldo positivo en el banco. Acepta como proxeneta a Tanya (maravillosa Jane Adams, mejor que nunca en el personaje de siempre), una treintañera feúcha a la que se le está pasando el arroz, que planifica un negocio orientado a explotar el miembro de oro del entrenador, ofreciendo a las mujeres el compañero sexual perfecto. Nunca hubo nadie menos preparado para ser puta que Ray ni chulo más inútil que la romántica, frustrada y solitaria Tanya. Quizá por eso la serie resulte tan conmovedora.

P.S: Por si todo esto no fuera suficiente, hay que decir que en Hung encontramos (ya era hora) un personaje a la medida de Anne Heche: por fin un papel con el que no intenta hacerse la simpática. La ex mujer de Ray, histérica, pesetera y egoísta no pretende caernos bien. Qué gustazo poder odiarte, hija.

Hung se emite los domingos a las 22.00 (EST).

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Crítica de cine: Public Enemies

fer Fernando Mexía, El plumilla.

No recomendaría “Public Enemies” a cualquiera, aunque sea una buena película; la primera del año con cierto regusto a Óscar. Le sobran ingredientes para seducir a la crítica: un reconocido y respetado director (Michael Mann), un reparto de lujo (Johnny Depp, Christian Bale y Marion Cotillard), una cuidada banda sonora y un guión con momentos memorables. Sin embargo, el filme sobre la historia del gánster John Dillinger requiere de un espectador paciente que disfrute con la dramatización de las secuencias, planos largos y silencios oportunos. “Public Enemies” es una película de mafiosos pero ni tiene la atmósfera de “The Godfather” ni el ritmo de “The Untouchables”. Es una película de un ladrón de bancos en la que lo de menos son los atracos, que se limitan a unos cuantos minutos de acción sin introducción previa, sin preparativos. Es una película sobre los inicios del FBI, aunque la organización está tan en pañales que no se le puede exigir una de esas investigaciones cinematográficas a las que Hollywood nos tiene acostumbrado.

“Public Enemies” es un relato determinista, pegado a la realidad de unos hechos que ocurrieron entre 1933 y 1934 en EEUU, que acerca a la audiencia al personaje de un Dillinger desafiante y seguro de sí mismo, sin miedo a morir pero que respetaba la vida. Un gánster que se aprovechó de las deficiencias del sistema, las nuevas armas de la época y el abaratamiento de los nuevos automóviles para robar a los bancos que produjeron la crisis financiera de 1929 y sumieron a EEUU en la Gran Depresión; aquélla que tanto recuerda a la situación económica que vivimos en la actualidad.

Que los fans de Mann no esperen un duelo de protagonistas como en “Heat”, ni el suspense de “Collateral” o “The Insider”. Salvando las distancias, el filme tiene un poso más parecido a “Ali”  que a “Miami Vice”. Es una cinta sobre Depp y su capacidad para controlar sus instintos interpretativos y constreñirlos en un moderadamente trastornado Dillinger; posiblemente uno de los personajes más “normales” en la carrera del actor, según él mismo admitió en la presentación de la película.

Depp está bien como “robin hood” del hampa, sin llegar a la excelencia, aunque regala un par de momentos memorables. Su contundente discurso para conquistar a la chica (Cotillard) y un final sin diálogo en el que su mirada lo dice todo.

Bale, sin embargo, decepciona un poco. Los seguidores de las últimas producciones de este actor se quedarán con las ganas de ver al intérprete de Batman y Terminator desarrollando un trabajo que se prestaba a mayores matices y que se queda en un policía aprendiz de Harry “el sucio” sin vida privada, de insensibilidad forzada y difícil identificación por parte del espectador. Posiblemente Bale se limitió a ceñirse al guión de su personaje, pero hubiera sido deseable una mayor inmersión en Melvin Purvis, sobre todo porque su caza de Dillinger acabó empujándole al suicidio (no es un spoiler, el dato está en los libros de historia), algo difícil de justificar por lo que se ve en la película.

Destaca y se agradece la aportación de Cotillard, sin duda el corazón y la candidez amarga del filme. Suya fueron las principales emociones, suya el necesario toque femenino en una cinta con demasiados tipos duros y suya una escena final de esas que gustan a los amantes de los clásicos. A mi juicio Cotillard está de nuevo a una gran altura y no sería de extrañar que su trabajo tuviese el reconocimiento de la industria del cine.

La película se rodó en alta definición y no en cine por expreso deseo de Mann, que quería dar una estética visual contemporánea a la historia para que el espectador sientiese que estaba viviendo una experiencia de los años 30 y no viendo un filme de la época. Los puristas echarán de menos el toque granulado de la película de toda la vida, si bien eso no daña la narración. Los más inquietos podrán sentir que la historia se alarga sin sentido, pero quien pague por ver “Public Enemies” podrá estar tranquilo de que no tirará su dinero a la basura.

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