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Alicia no maravilla

Alicia regresa al País de las Maravillas de la mano de un Tim Burton descafeinado que resolvió el reto con dignidad pero sin relumbrón. La película de los estudios Disney es poco transgresora, poco tenebrosa, poco arriesgada. Parece pensada para un público mucho más infantil de lo que Burton nos tiene acostumbrado.

Especialmente decepcionante es la aportación estética de un filme que se prestaba a dar una vuelta de tuerca al Pandora de “Avatar” y maravillarnos con la escenografía, pero el resultado final, aunque bueno, no fue excelente. El 3D se lo podía haber ahorrado. Burton añadió el efecto estereoscópico en postproducción y consiguió insuflar volumen al filme, pero sin que realmente atrape al espectador.

“Alice in Wonderland” se quedó a años luz de “Avatar” en espectacularidad. Los fans de la película de Cameron saldrán desencantados del País de las Maravillas, quizá por eso ya en el guión se decidió bajarle los humos al lugar inventado Lewis Carroll en la segunda mitad del siglo XIX y que quedó recogido en las novelas “Alice’s Adventures in Wonderland” y “Through the Looking-Glass”. Ahora resulta que esa tierra misteriosa se llama “Underland” o “Mundo Subterráneo” y que lo de “Wonderland” fue simplemente una mala interpretación de su nombre que hizo Alicia. No hay que olvidar que la protagonista era muy pequeña cuando visitó por primera vez esos parajes extraños. Read the rest of this entry »

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El gato del callejón

En este mundo nuestro hay gatos de todo pelaje y condición, aunque últimamente está visto que proliferan los que chupan del bote, despilfarran lo común y ronronean y arañan  según les convenga para mantener sus camas almidonadas y calentitas. Afortunadamente, a pesar de lo que diga el refrán, en esta selva nuestra no todos los felinos son pardos, también está el que habita el callejón. Un gato que enseña los dientes frente a las tropelías que se cuecen y enriquecen ante nuestras narices, un animal de redacción periodística, desheredado de complejos, difícil de silenciar y con muchas vidas en el tintero. El gato del callejón, ojo avizor desde la atalaya de internet. Read the rest of this entry »

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Lobo de medio pelo

El intento de Universal de resucitar el clásico del hombre lobo para el siglo XXI es como poco decepcionante, por no decir un fracaso. “The Wolfman” no se sostiene ni por su intriga, ni por su terror, ni por sus emociones;  vamos, un “rollo patatero”. Claro que cuando la criatura nació mal parida poco se le puede pedir, incluso aunque a uno le hipnotice el contundente cartel con Anthony Hopkins, Benicio del Toro, Emily Blunt y Hugo Weaving, quienes seguramente estarán deseando pasar página después de esta experiencia.

Desde fuera es difícil de explicar que la película haya quedado tan matrecha a pesar de contar con el guión de David Self (Road to Perdition) y Andrew Kevin Walker (Se7en). Tampoco se le puede echar toda la culpa al director, Joe Johnston,  que pese a no ser Coppola, Spielberg o Scorsese y dejarnos títulos como “Jumanji”, sí ha demostrado que sabe manejarse en terrenos fantásticos y crear tensión y acción trepidante. Johnston de hecho se unió al proyecto a última hora en sustitución de Mark Romanek. Read the rest of this entry »

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Avatar, una película de otra galaxia

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Vi Avatar el lunes (14 de diciembre) y aún me dura la conmoción en el momento de escribir este post. La película es espectacular y revolucionaria, un fenómeno audiovisual en sí mismo. Hay quien critica el guión, sin duda lo más mejorable del filme, pero a mi juicio la puesta en escena es tan grandiosa y la acción está tan conseguida que compensa cualquier debilidad argumentativa. Avatar hace que uno disfrute del cine como cuando era un niño. Volvería a verla ahora mismo y eso que dura más de dos horas y media.

Después de Titanic, Terminator y Aliens,  James Cameron regresó con su proyecto más ambicioso respaldado por 300 millones de dólares y en el que empleó más de cuatro años de trabajo en exclusiva, unas cifras colosales incluso para Hollywood. El dinero y el tiempo invertido dan sus resultados en la pantalla.

A priori podría parecer una película para un público aficionado a los efectos especiales, explosiones y la ciencia ficción,  mayoritariamente varón (las estadísticas de venta anticipada de entradas en EEUU indican que el 75 por ciento de los compradores son hombres), pero Avatar es una obra que se estudiará en la historia del cine por lo que es una cita obligada para cualquier aficionado al séptimo arte. Yo fui a verla con mi mujer, nada sospechosa de emocionarse con filmes de este estilo, y salió encantada. Los dos queremos irnos el año que viene de vacaciones a Pandora. Read the rest of this entry »

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Crítica de cine: District 9

fer Fernando Mexía, El plumilla.

District 9 es la mejor película de ciencia ficción desde Matrix. Así, sin medias tintas. Ha habido que esperar una década para que alguien ingeniase un filme fresco, dinámico, lleno de interrogantes y que dibujase una realidad imposible que mantuviese al espectador pegado al asiento tratando de asimilar lo que está viendo.

El hecho de que esté realizada como si por momentos se estuviese viendo un documental es un acierto del director, el novato Neill Blomkamp, quien ha sabido contar una historia de alienígenas con una perspectiva hiperrealista que lleva el típico conflicto entre las diferentes civilizaciones del espacio a un contexto tan terrícola como la xenofobia. Read the rest of this entry »

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Crítica de cine: G.I. Joe: The Rise of Cobra

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Si te apasiona la saga de The Mummy y disfrutaste con la secuela de Transformers es muy probable que G.I. Joe: The Rise of Cobra sea la película que estabas esperando este verano para matar el gusanillo de acción a raudales y derroche de efectos especiales. Un filme con guión muy poco exigente que presenta de forma oficial en la gran pantalla a los exitosos juguetes de Hasbro, ese cuerpo de soldados de élite de EEUU que combaten día sí y día también al peligroso Cobra y sus esbirros. Una batalla vista en dibujos animados a la que ahora dan vida Dennis Quaid (The Day After Tomorrow) o un cada vez más popular Channing Tatum (Step Up).

El secretismo practicado por Paramount con la prensa para ocultar a los críticos el debut de los “Joes” antes del estreno oficial -para evitar reacciones negativas- carece a la postre de fundamento. Un miedo injustificado a la vista del resultado en taquilla de la denostada por los medios Transformers: Revenge of the Fallen, posiblemente una de las peores historias de los últimos años que sin embargo supera ya los 800 millones de dólares de recaudación en todo el mundo. G.I Joe va dirigida al mismo tipo de público y nace con vocación de saga. A su favor, el guión está algo más elaborado que el de la última de robots; en su contra, los efectos especiales no están tan cuidados como deberían.

G.I. Joe: The Rise of Cobra introduce al espectador en el seno de la organización secreta de militares de élite puesta en marcha por EEUU para combatir en la sombra amenazas globales cuyo potencial pone en evidencia la tecnología de las fuerzas de seguridad convencionales.  Unos cuerpos especiales dirigidos por el General Hawk (Quaid) que reclutan por accidente a un par de aguerridos soldados, Duke (Tatum) y Ripcord (Marlons Wayans), con el objetivo de proteger -primero- y  recuperar -después- una sofisticada arma nanotecnológica capaz de hacer añicos cualquier cosa que se le ponga por delante. El resto de la unidad de Joes protagonistas son la “camuflada” Scarlett (Rachel Nichols) , Heavy Duty (Adewale Akinnuoye-Agbaje), Snake Eyes (Ray Park) y el tecnológico Braker (Saïd Taghmaoui). La sorpresa es un breve cameo de Brandon Fraser, un declarado fanático de los G.I. Joe y amigo del director Stephen Sommers, a quien le pidió que le diera un papelito en la historia mientras estaban grabando la tercera parte de The Mummy.

La guapa Sienna Miller será la cara “dulce” del opaco universo Cobra, que se define según va avanzando el filme -posiblemente lo más interesante de la producción- que termina de forma inquietante; un final que no se sostiene sin una segunda parte.

Los aficionados a la serie de dibujos y aquéllos que jugaron con los muñecos podrían llegar a sentirse defraudados por la superficialidad con la que se tratan algunos de los personajes o el papel que tienen algunos, como el General Hawk, que queda K.O a mitad de película y se limita a arengar a sus pupilos sin verse involucrado directamente en la acción. Tampoco toma decisiones fundamentales. La relación amorosa entrelos personajes de Tatum y Miller que tiene por objeto trasladar el conflicto entre el bien y el mal a un plano emocional resulta en ocasiones fuera de lugar. La historia sí se detiene en los orígenes del misterioso Snake Eyes y su pique con Storm Shadow (Byung Hun Lee), que se remonta a la infancia en una escuela de artes marciales de Japón.

Los efectos especiales, por otra parte, se muestran inconsistentes, con secuencias bastante conseguidas, como la persecución en las calles de  París y la destrucción resultante, aunque suspende a menudo en los pequeños detalles que son los que terminan por definir la calidad de un producto. Llama la atención el acabado de algunas imágenes,  más propio de una estética de videojuego que poco tiene que ver con la resolución alcanzada por Michael Bay en Transformers.

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Julie & Julia, para chuparse los dedos

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Julie & Julia es una película para chuparse los dedos. Una oda a la cocina de puchero, doméstica, a esa que se huele desde la calle al pasar, la que salpica, mancha y llena todo el plato. El filme está llamado a convertirse en un fenómeno del paladar que traspasará las pantallas como ocurriera con Sideways (Entre copas) en 2004, cuando Hollywood puso de moda la cultura del vino -especialmente de la variedad de uva Pinot Noir- entre los consumidores de palomitas.

La tradición culinaria francesa se convierte en el hilo argumental de esta historia basada en hechos reales que entrecruza la vida de sus dos protagonistas, Julia Child (Meryl Streep) y Julie Powell (Amy Adams), dos mujeres que nunca se conocieron, criadas en épocas distintas, a las que unió su pasión por la cocina.

Tanto Julie como Julia encontraron en la comida su camino hacia la realización personal, ambas apoyadas por sus maridos, ambas sin expectativas de éxito pero las dos con un contagioso entusiasmo y optimismo, que recoge con éxito esta producción llena de buenos valores, algo poco frecuente en las creaciones de la meca del cine.

La trama se mueve en el paralelismo vital de Julie y Julia y toma sus referencias de los libros Julie and Julia de J. Powell y My Life in France de J .Child, que hilvana con acierto moderado la guionista Nora Ephron (When Harry Met Sally, 1989), una fanática del buen comer que también dirigió el filme.

La narración traslada al espectador a una Francia en reconstrucción tras la II Guerra Mundial donde Julia fue a vivir con su marido, un diplomático estadounidense, y desarrollo su talento como chef. Acto seguido el espectador viaja en el tiempo al barrio neoyorquino de Queens, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, donde se muda Julie con su pareja. Allí esta joven a punto de entrar en la treintena, y desencantada con su día a día consolando a las víctimas del ataque terrorista, decide poner en marcha un blog en el que se propone contar sus experiencias preparando las 524 recetas de Mastering the Art of French Cooking en 365 días; el libro que convirtió a Julia en la década de los 60 en una celebridad en EEUU, primero en las librerías y después en la televisión.

Lo que nace como un inocente blog terminará por elevar a la entrañable Julie en una escritora de best sellers que en diciembre de este mismo año (curiosa coincidencia con la aparición del filme) sacará a la venta su segunda obra titulada Cleaving.

Streep vuelve a demostrar por qué es la actriz más nominada a los Óscar y a los Globos de Oro de toda la historia al ponerse en la piel de la risueña y positiva Julia, y deja un convincente trabajo de Amy Adams, que alterna desesperación y dulzura en su recreación de Julie Powell.

Streep y Adams coincidieron ya en 2008 en Doubt que les supuso sendas candidaturas a las estatuillas, algo que podría repetirse con esta producción en la que también destaca la labor de Stanley Tucci como el comprensivo Paul Child. Tucci también compartió pantalla con Streep en The Devil wears Prada (2004).

Si de algo peca Julie & Julia, además de glotonería y exceso de mantequilla, es quizá de metraje al rondar las dos horas de proyección, aunque eso no resta méritos a la película más apetecible de las estrenadas en 2009 hasta la fecha.

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Anexo (12 de agosto 2009): /TE RECOMIENDO QUE NO SIGAS LEYENDO HASTA QUE NO VEAS LA PELÍCULA/

Algunos días tras escribir este post encuentro la respuesta a la única incógnita que me dejó “Julie & Julia”: ¿por qué a la risueña Julia Child no le gustó la idea de su admiradora Julie Powell de hacer un blog siguiendo su recetario?

Pues bien, el diario Los Angeles Times publicó hoy un artículo de una periodista que escribió sobre el blog de Powell cuando aún no era famoso y que se puso en contacto con Child para conocer su opinión. La veterana chef, retirada en 2001, no sabía de aquel proyecto pero tras estudiarlo unos días le comentó a la reportera lo siguiente:

“Bueno, ella no parece muy seria,  ¿verdad? Trabajé muy duro en ese libro. Probé y volví a probar aquellas recetas durante ocho años para que todo el mundo pudiera cocinarlas y mucha, mucha gente lo hizo. No entiendo cómo ella habría tenido problemas con eso. No debe de tener mucho de cocinera”.

Child estaba convencida de que sus libros eran muy fáciles de seguir para el americano medio, aunque en la práctica resultaban menos sencillos de lo que creía.

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Debate enfermo

EEUU y la sanidad pública. El eterno quiero y no puedo de figuras relevantes del partido Demócrata ha vuelto a la primera línea de batalla política con Obama. No está claro si triunfará donde otros se estrellaron, pero sí que tendremos en EEUU debate público para rato. Una inexplicable controversia, todo hay que decirlo. Salvo  multimillonarios insolidarios  y compañías médicas privadas, no veo quién más gana con el actual estado de la sanidad estadounidense. No convencen los que rechazan que “los sanos paguen los cuidados de los enfermos con sus impuestos” (como si la salud fuese algo permanente), ni quienes dicen que habría escasez de médicos porque un sistema público conllevaría salarios menores, ni los que temen la repercusión de una medida de corte socialista sobre el “American Way of  Life”; como si en Francia o en España no hubiesen consultas médicas privadas (bien rentables, por cierto).

Lo que de verdad da miedo es ponerse enfermo en EEUU sin tener un seguro sanitario y unos buenos ahorros en el banco para los “extra”. Aquí una temporada en el hospital puede llevarte tanto a la tumba como a la bancarrota.

El plumilla

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Crítica de cine: Brüno

fer Fernando Mexía, El plumilla.

Sacha Baron Cohen no deja títere con cabeza en “Brüno”, una insultante e irreverente caricatura del mundo del famoseo que traspasa las fronteras de Hollywood y ridiculiza sin mesura a diseñadores, padres deseosos de que su bebé salga en televisión, adopciones de niños africanos (como Madonna), a los gays, a los homófobos, a los problemas en Oriente Medio, el abuso a los inmigrantes y un sinfín más de episodios aislados que en conjunto forman una película que pretende asimilar el éxito de su predecesora, “Borat”.

La interesante apuesta inicial de Cohen (burlarse del famoso) a través del personaje de Brüno, un periodista homosexual austríaco especializado en la moda que está dispuesto a todo por ser una celebridad, termina convirtiéndose en un relato con altibajos, bastante inconexo, y con un más que sobrado contenido sexual tratado de forma soez que hace que uno se pregunte si el filme cruza la línea del género porno.

Sin entrar en detalle en las secuencias diré que la producción es fiel al estilo de la cámara oculta, que aparecen algunos rostros conocidos (especialmente para el público estadounidense), está envuelta la marca de la española Ágatha Ruíz de la Prada y tenía una escena con La Toya Jackson que fue finalmente suprimida después de la muerte de Michael Jackson (a quien Brüno quería llamar para hacerle una entrevista).

“Brüno” es un filme pensado para hacer pensar mientras se pasa un buen rato, pero únicamente el espectador que acuda al cine con intención de no tomar partido y distanciarse de las ofensas conseguirá reírse y disfrutar entre tanta falta de respeto.

El ritmo de la cinta es consistente, se pasa de una historia a otra sin dejar tiempo a digerir lo que acaba de ocurrir. Una concatenación de hechos con más o menos sentido.

El reto final de “Brüno”, al margen evidentemente de ofender a quienes pueda, es batir los 260 millones de dólares logrados por “Borat”, otra obra de Cohen que fue duramente criticada en Kazajistán -de donde se supone que es el protagonista-, pero que fue recibida con los brazos abiertos en EEUU.

Reconozco que en el pase de la película al que acudí la sala estaba llena y hubo muchas carcajadas, aunque al final el público se fue dejando un tibio aplauso (muy común en EEUU aplaudir en el cine). Veremos si el mundo entiende las bromas o se queda con los insultos.

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Crítica de cine: Public Enemies

fer Fernando Mexía, El plumilla.

No recomendaría “Public Enemies” a cualquiera, aunque sea una buena película; la primera del año con cierto regusto a Óscar. Le sobran ingredientes para seducir a la crítica: un reconocido y respetado director (Michael Mann), un reparto de lujo (Johnny Depp, Christian Bale y Marion Cotillard), una cuidada banda sonora y un guión con momentos memorables. Sin embargo, el filme sobre la historia del gánster John Dillinger requiere de un espectador paciente que disfrute con la dramatización de las secuencias, planos largos y silencios oportunos. “Public Enemies” es una película de mafiosos pero ni tiene la atmósfera de “The Godfather” ni el ritmo de “The Untouchables”. Es una película de un ladrón de bancos en la que lo de menos son los atracos, que se limitan a unos cuantos minutos de acción sin introducción previa, sin preparativos. Es una película sobre los inicios del FBI, aunque la organización está tan en pañales que no se le puede exigir una de esas investigaciones cinematográficas a las que Hollywood nos tiene acostumbrado.

“Public Enemies” es un relato determinista, pegado a la realidad de unos hechos que ocurrieron entre 1933 y 1934 en EEUU, que acerca a la audiencia al personaje de un Dillinger desafiante y seguro de sí mismo, sin miedo a morir pero que respetaba la vida. Un gánster que se aprovechó de las deficiencias del sistema, las nuevas armas de la época y el abaratamiento de los nuevos automóviles para robar a los bancos que produjeron la crisis financiera de 1929 y sumieron a EEUU en la Gran Depresión; aquélla que tanto recuerda a la situación económica que vivimos en la actualidad.

Que los fans de Mann no esperen un duelo de protagonistas como en “Heat”, ni el suspense de “Collateral” o “The Insider”. Salvando las distancias, el filme tiene un poso más parecido a “Ali”  que a “Miami Vice”. Es una cinta sobre Depp y su capacidad para controlar sus instintos interpretativos y constreñirlos en un moderadamente trastornado Dillinger; posiblemente uno de los personajes más “normales” en la carrera del actor, según él mismo admitió en la presentación de la película.

Depp está bien como “robin hood” del hampa, sin llegar a la excelencia, aunque regala un par de momentos memorables. Su contundente discurso para conquistar a la chica (Cotillard) y un final sin diálogo en el que su mirada lo dice todo.

Bale, sin embargo, decepciona un poco. Los seguidores de las últimas producciones de este actor se quedarán con las ganas de ver al intérprete de Batman y Terminator desarrollando un trabajo que se prestaba a mayores matices y que se queda en un policía aprendiz de Harry “el sucio” sin vida privada, de insensibilidad forzada y difícil identificación por parte del espectador. Posiblemente Bale se limitió a ceñirse al guión de su personaje, pero hubiera sido deseable una mayor inmersión en Melvin Purvis, sobre todo porque su caza de Dillinger acabó empujándole al suicidio (no es un spoiler, el dato está en los libros de historia), algo difícil de justificar por lo que se ve en la película.

Destaca y se agradece la aportación de Cotillard, sin duda el corazón y la candidez amarga del filme. Suya fueron las principales emociones, suya el necesario toque femenino en una cinta con demasiados tipos duros y suya una escena final de esas que gustan a los amantes de los clásicos. A mi juicio Cotillard está de nuevo a una gran altura y no sería de extrañar que su trabajo tuviese el reconocimiento de la industria del cine.

La película se rodó en alta definición y no en cine por expreso deseo de Mann, que quería dar una estética visual contemporánea a la historia para que el espectador sientiese que estaba viviendo una experiencia de los años 30 y no viendo un filme de la época. Los puristas echarán de menos el toque granulado de la película de toda la vida, si bien eso no daña la narración. Los más inquietos podrán sentir que la historia se alarga sin sentido, pero quien pague por ver “Public Enemies” podrá estar tranquilo de que no tirará su dinero a la basura.

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