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La caída del "cuarto poder"

La crisis económica tiene su rostro más visible en el desempleo. Todos los sectores se ven afectados por el recorte de plantillas, desde las finanzas al mundo del automóvil, desde la construcción al turismo; una lista de víctimas entre las que no falta, por supuesto, el periodismo. Las cifras son espantosas. En España, por ejemplo,  un 16 por ciento de estos profesionales buscan trabajo y más de 2.000 reporteros han sido despedidos desde que se desató el cáncer crediticio. En EE.UU.  30.000 “plumillas” se quedaron en la calle durante 2008 y las cosas no pintan bien para este año en vista de que los recortes de personal siguen a la orden del día. El grupo Tribune (poseedor de cabeceras como LA Times, Chicago Tribune y muchos otros), CNN, Conde Nast (revistas como Vanity Fair, Vogue) o Time, por citar unos cuantos,  se han desprendido de parte de sus equipos para superar el mal trago económico.  La cosa está mal en todas partes, la prensa no iba a ser menos ¿no? Sin embargo bajo este “fusilamiento” de periodistas subyacen unos efectos secundarios de alcance que van más allá de la reducción de las páginas de un periódico: la crisis está minando la capacidad de los medios de comunicación para cumplir su papel de vigilante de los políticos, está torpedeando la línea de flotación del “cuarto poder”.

En EE.UU., país de referencia en el periodismo de investigación, las bajas de reporteros de renombre (de altos salarios) ha hecho que varios articulistas comiencen a preocuparse por la salud de la cobertura informativa que se hace de la gestión de las autoridades.

James Rainey del LA Times señalaba en esa dirección en su columna del día 20 de marzo.

“Los periódicos continúan, hasta cierto punto,  con su papel histórico de conducir y dar forma al debate políticopress pero han rebajado drásticamente sus plantillas, a menundo perdiendo a sus reporteros más experimentados (y con el salario más alto), debido a la espantosa recesión y la fuga de publicidad a internet”, comentó Rainey, a quien varios asesores políticos aseguraron que el efecto de la crisis se está dejando notar ya en la calidad de la información que logran los periodistas de las autoridades.

La primera consecuencia visible es que los partidos están utilizando la irrupción en escena de jornaleros de la información poco experimentados  para “venderles” como noticias contenidos propagandísticos que antes tendrían que haber pagado para verlos publicados en papel.

Un panorama que poco se parece a las condiciones en las que trabajaron Woodward y Bernstein  para destapar el escándalo Watergate en The Washington Post en 1972. Es cuestionable si a día de hoy algún medio está en disposición de dedicar tantos recursos a investigar un caso similar y esto es algo preocupante, además de triste.”Imagina que conduces por la 5 (una autopista interestatal estadounidense). Solía haber un par de patrulleros de la policía para mantener a la gente bajo control. Ahora se han ido y todo el mundo lo sabe. Esto puede desenvocar rápidamente en una situación parecida a ‘Mad Max’ (clásico del cine sobre una sociedad apocalíptica donde regía la ley del más fuerte)” dijo Chris Lehane, veterano consultor del partido Demócrata, quien no dudó en calificar a los periodistas como los agentes de la ley de la política que velan porque los gobernantes no se emborrachen de poder.

Es indudable que las altas fiebres que sufre el periodismo por culpa de la crisis pueden tener otra lectura  y ser el principio de un cambio -para muchos inevitable- del papel a la web. En la vanguardia de esta transición está el Seattle Post-Intelligencer, uno de los grandes periódicos estatales de EE.UU. que el 17 de marzo echó el cierre a su edición física y concentró sus esfuerzos en informar a los usuarios de internet.

La red es sin duda un universo de posibiliades comunicativas, habitualmente un maremagnum de noticias, que sufre de falta de credibilidad en muchos casos. Internet es también un refugio para firmas de prestigio, que pueden seguir escribiendo sobre lo que ocurre alrededor incluso después de ser despedidos, aunque sin el amparo de un grupo mediático que pueda proteger su trabajo cuando tengan entre manos un tema candente. La web es aún un cajón desastre donde cada uno hace la guerra por su cuenta, donde el reportero se expone en primera persona ante los elementos. watergateNo es lo mismo que The Washington Post publique un caso de corrupción o que lo haga un bloguero en su portal de internet, sin duda, no lo es. ¿Se podría destapar un nuevo ‘Watergate’ y sostener la investigación desde un blog? En el futuro quizá, hoy lo dudo.

Este período oscuro económico ha dejado en evidencia la debilidad de los medios para cumplir con rigor con su papel social, insuficientes recursos en la prensa tradicional y demasiada responsabilidad como para cargarla sobre los hombros de los florecientes blogs.

Unas conclusiones que van en la misma sintonía que  el último informe del Pew Project for Excellence in Journalism sobre el estado del periodismo en EE.UU. durante 2008.  Interesante estudio en el que se evidencian los problemas de financiación de los medios, la caída de las investigaciones sobre los políticos y el giro hacia internet, tanto por parte de los grandes grupos mediáticos como, sobre todo, por los periodistas a título personal.

Los enamorados de ese periodismo de “Watergate” podrán disfrutar en unas semanas de “State of Play”, filme en el que Russell Crowe recupera la figura del reportero callejero, de “perro viejo” que hace preguntas incómodas y es incapaz de modernizar sus métodos. Crowe investiga un suceso relacionado con un senador que le llevará a desvelar una historia que no imaginaba. La recomiendo.

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A zapatazo limpio

Muntazer al Zaidi, un desconocido reportero iraquí, se armó de valor el día 14 y le arrojó a Bush sus zapatos en una rueda de prensa. El furioso periodista descargó su ira contra el mandatario estadounidense harto de sus políticas en Oriente Medio. Una razón que le ha convertido en un héroe para parte del mundo árabe y musulmán, aunque su actuación le ha llevado a prisión. Imagino que en su celda Al Zaidi habrá sopesado ya si su reacción mereció la pena. Al menos, pienso yo, no se quedó con las ganas, las mismas que el resto de profesionales de la información hemos tenido y contenido en numerosas ocasiones durante el ejercicio de nuestra maltrecha labor al enfrentarnos con el día a día.
Bien por decencia, bien por mantener el empleo, bien por falta de agallas, uno se ha ido a casa consumido por la rabia, la frustración, el cansancio y la mala leche más veces de las que puede recordar; y reconozcámoslo, a los periodistas nos sobran los motivos para ponernos en pie de guerra.
El que es periodista o lo es por vocación o lo es por error. Los que tienen empleo se quejan de los bajos salarios, el horario esclavo, la degradación informativa por aquello de que prima la cantidad sobre la calidad… El que no lo tiene mendiga por conseguir lo que sea mientras su familia le dice que estudie para un puesto de trabajador del estado.
El periodista es un especimen raro, sufre en silencio su calvario laboral mientras informa de las penurias del resto de profesiones. Poco trascienden los despidos en medios de comunicación (especialmente en el mundo en español), ni las consecuencias que tienen esas reducciones de plantilla en la credibilidad de un periódico, una televisión o una radio. Parece que a nadie le importa.
Aunque el periodismo es el cuarto poder, el periodista se expone desvalido ante la cruda realidad que quiere contar y que en ocasiones lo devora. Esta profesión, igual que el tabaco, perjudica gravemente a la salud.
En lo que va de año han muerto 50 periodistas en acto de servicio, muchos de ellos en Irak y Afganistán, pero también en México o en Bolivia. En los últimos diez días un cámara fue agredido en Bolivia, un fotógrafo en Venezuela, un reportero en Argentina, un grupo de manifestantes amenazó de muerte a otros periodistas en Perú y unos vendedores ambulantes arremetieron en Colombia contra otras profesionales.
En España se suceden los despidos, bien directos (Qué!, 20 Minutos, por citar dos ejemplos) o bien indirectos, es decir, la no renovación del contrato temporal.
Una situación que en este país europeo se difumina entre líneas en el contexto de la crisis económica y lamentablemente no sigue el ejemplo norteamericano, donde la cosa trasciende algo más.
Doscientos despidos en Detroit, 600 en el grupo canadiense Sun Media , o una veintena en el nacional estadounidense USA Today.
Una desgraciada tendencia de recorte de personal que ha tenido como respuesta la creación de una comunidad en la red social de internet Twitter, donde uno se puede enterar a golpe de mensaje corto y a tiempo real de a quién más han puesto de patitas en la calle.
Si hay un país donde el periodista sea respetado y no sea considerado un tipo de poca confianza o baja catadura moral ese es Estados Unidos (al menos si se compara con otros lugares del mundo), quizá por sea más habitual recibir noticias de lo que pasa con los informadores más allá de la connivencia entre grupos mediáticos para silenciar sus trapos sucios.
Por eso es posible que los empleados del diario The Rocky Mountain News (Denver, Colorado) lancen a la población un S.O.S. para salvar su periódico con la esperanza de encontrar la financiación que les permita continuar con su labor y no cerrar esa centenaria cabecera.
Hay hasta quien en este mundo de los rescates bancarios ha lanzado un plan de emergencia para periodistas que pierdan su trabajo.
La empresa Blogs.com creo el “The TypePad Journalist Bailout Program“, con el que ofrece a reporteros despedidos un espacio gratis en su servidor, así como asistencia técnica, para que ejerzan en la red.
Bien es cierto que internet tampoco es un refugio para los informadores, de hecho los periodistas del mundo web son los que tienen más probabilidad de terminar entre rejas, justo donde está Muntazer al Zaidi.

Llegados a este punto, y valorando la certeza de que mis palabras pueden dar con mis huesos en la cárcel, me imagino compartiendo celda con el periodista iraquí. Estoy seguro de que no podría evitar pensar que al menos él descargó su frustración a zapatazo limpio.

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"The Media is Dying", un parte de despidos periodísticos a tiempo real

Twitter, uno de los últimos hijos paridos por el internet de las redes sociales, ha engendrado una herramienta para seguir a golpe de mensaje corto lo que se cuece en las redacciones de los medios de comunicación en EEUU desde el anonimato, que permite que afloren conflictos y problemas laborales en las empresas informativas al tiempo que permite la circulación de bulos.

Pero como una cosa no quita la otra, con rumores o sin ellos, “The Media is Dying” abre una puerta que a buen seguro causaría sudores fríos a los potentados dirigentes de los “media” en el mundo en español en el que nos movemos. En esto de participación en internet, los anglosajones viajan a la velocidad del sonido mientras otros acabamos de descubrir la rueda. No me imagino una red similar en España, por ejemplo, donde el temor a ser descubierto aplacaría los ánimos de los más osados. Tampoco podríamos descartar que ese espacio se convirtiese en un reducto de rumores, quejas infundadas y post vengativos. Reconozcámoslo, somo así.

No obstante, ante una comunidad informativa sin una representación organizada, en la que la imagen pública de los periodistas está denostada y  en la que prima el sálvese quien pueda, sería muy necesario un espacio de libertad de expresión sin represalias para quienes se encargan cada día de plasmar las libertades de opinión del resto de la sociedad.

Actualmente más de 5.600 usuarios de Twitter siguen “The Media is Dying”, una cifra que casi se ha doblado desde que el diario The New York Times publicó un artículo referente a esta comunidad de internet el día 14 de diciembre y tres semanas después de que el fundador, que mantiene oculta su identidad con sabia prudencia, abrió a todos los twitteros la posibilidad de contribuir con sus post de 140 caracteres.

Hay que decir, a favor de esta red, que los responsables tratan de comprobar si los mensajes que se publican son ciertos. En caso de que no se pueda verificar, se marca el “post” como rumor. Postura de honestidad que sin embargo no impide que circulen mentiras con visos de verdad. Todo el mundo sabe que un bulo en sí puede hacer tanto o más daño que un hecho contrastado.

Algunos textos publicados:

  • Richard Whitmire abandona USA TODAY
  • PORTLAND TRIBUNE despide al columnista Phil Stanford
  • Betsy Sharkey es un nuevo crítico de cine del periódico THE LA TIMES

El tema ha sido seguido desde 233grados.com y The New York Times

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